sábado, 19 de mayo de 2012

Adios a mi infancia


La infancia, esa época de la vida en la que todo es reir, llorar y dormir. Una epoca en la que todos estamos en paz, en la que no conocemos nada, pero lo que conocemos es casi un universo. Y es que hoy he ido a mi antigua urbanización. He dado un paseo por ella y he visto la gran explanada de cesped en la que nos pegábamos y jugabamos a cualquier cosa, la gran encina que escalabamos hasta un punto que nos parecía más alto que el monte Everest, la cuesta en la que me estrellé contra el suelo montado en un triciclo, las piedras en las que me rompí la nariz, los garajes que parecían laberintos y te dejaban los pies negros. Todo lo que antes me parecía enorme ahora lo percibo como enano. Se podría decir que me siento con el síndrome de Alicia en el país de las maravillas, todo se me queda pequeño. Esos días que llegabas a casa después del colegio te tomabas un batido y un bocata que eran tres veces tu cuerpo y luego esperabas a que sonara un telefonillo para cogerlo y oir un "¡bajaté¡" o un "¿te bajas?".

Todo ha cambiado...

Ya no hay un mayor, ahora soy el mayor. Ese mayor que llega del colegio, se toma algo en menos de veinte minutos y se pone a estudiar. Ese mayor que no sale de casa entre semana, y cuando lo hace es para ir a alguna otra clase extraescolar. Y que cuando por fin llega el viernes, y piensa que tiene libertad, se encuentra con sus padres que le empiezan a interrogar creando así un dialogo igual que este:

Padres: ¿A donde vas?
Yo: A salir he quedado...
Padres: ¿Con quién?
Yo: Con los de siempre.
Padres: ¿Y quienes son los de siempre?
Yo: Pues los mismos que los del fin de semana pasado.
Padres: ¿Y a qué hora vas a volver?
Yo: ¿Me podría quedar a dormir en casa de un amigo?
Padres: Tendría que hablar con sus padres.
Yo: ¿A las tres?
Padres: ¡A las tres! A las doce como muy tarde.
Yo: ¡A las doce, pero qué exageración¡ A todos les dejan.
Padres: Todos tendrán otros padres,  a la una.
Yo: Dos y media.
Padres: A las dos como muy tarde.
Yo: Vale.
Padres: Te esperaremos despiertos, a si que a ver que haces.

Todos los fines de semana igual. Las cosas ya no se reducen a un grito o un cachete y luego un lloro, ahora son cabreos. Y es que aunque cueste reconocerlo, el año que viene terminamos el colégio, se termina el proceso de cambio de joven-niño a joven-adulto. Y es que parece que fue ayer cuando arrancábamos un palo y lo usábamos como látigo o espada.





Ya se ha acabado, adios a mi infancia

Javier B.

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